viernes, 25 de noviembre de 2011

Esta Navidad no es mía

Faltaban cinco pa´ las doce, viernes, la idea era llegar lo más pronto posible a mi casa para abrazar a mi mamá.
Este es el fragmento de una canción que evoca el sentimiento de la temporada decembrina, época de felicidad para reencontrarse con los suyos, se olvidan las penas, las diferencias para darle paso a la paz y la armonía.
Era el 31 de diciembre de 2010, seis de la tarde. Iba en camino a reunirme con mi hijas, luego de abandonar el ambiente navideño de risas, música y viandas permitido ese único día donde pasamos más de ocho horas para lograr subsistir en el segundo país más alegre del mundo. Se concertó en el trabajo y se concilió con la mamá de las niñas el poder compartir una de las fechas más lindas y caras del año. Los anteriores meses fueron peleas y reproches que como piedras en el camino dificultaron diálogos con la mujer que pensé era la de mi vida tras cultivar una relación de más de diez años con dos frutos razón de existir de cualquier agricultor de sueños.
Sin embargo, como dicen los sabios, la ruta del amor no es fácil, está lleno de obstáculos, tentaciones e indecisión. Meses antes, por los avatares del destino el trabajo se volvió esquivo, escaseo el dinero y la paciencia al saber que el final del año se acercaba y no existía la posibilidad de que el Niño Dios y Papá Noel visitará nuestro árbol de navidad.

El rebusque en tiempos de crisis fue la solución al ver un gran numero de espaldas que en su mayoría conocidas no tenían manos a las cuales quise acudir, pero hay la excepción a toda regla y una mujer me inyecto un nuevo espíritu, como si la “nochebuena” se hubiese adelantado las cosas cambiaron su rumbo sin querer queriendo, y la confusión se apoderó de mi ser en una etapa del año donde en vez de ser feliz se volvió un problema.
Para ese entonces, el alma y el ego se recomponía de alguna medida por una crisis existencial alimentada en la ausencia del trabajo y dinero que perduró por seis meses, sumado a la distancia que produce el querer cumplir sueños y que obligó a descomponer el núcleo familiar de una esposa y unos retoños por los cuales se lucha.
La decisión de que rumbo se debe tomar para ser consecuente con la razón y el corazón no siempre van de la mano, no obstante las tradiciones pueden sopesar más que el sentimiento sobretodo en un tiempo de reconciliación como la navidad, aunque puede ser contradictorio, tome la decisión acertada, la deje ir.
El viaje a ese anhelado encuentro no era corto tras una larga espera de varios días, hecho que permitiría compartir las últimas horas del año al lado de ellas y del resto de la familia. En el ambiente aún flotaba el pasado de un error demarcado en la tentación de curvas peligrosas que hicieron estrellar el vehiculo de los sentimientos de un hombre que gritaba en silencio el porque de las injusticias de su entorno más inmediato.
Eran ya casi las diez, faltaban dos horas para empezar un nuevo año, meses, días por delante con retos, y posibilidad de enrutar la familia en el sentido de la unidad y de la lucha hombro con hombro con esa mujer que otorgó el sentido de la vida con dos seres delicados que hoy son el orgullo de mi existencia, sonaba las melodías de paz y amor, de regocijo, todo volvía a la normalidad como un final de telenovela.
En ese momento recibí uno de los regalos más inesperados del 31 de diciembre, ella me dijo que se terminaba el año y la idea de salvar una relación ya fracturada por varios aspectos, al fin y al cabo era lo que debía suceder, en ese momento la época de fiesta no ayudo a disimular los errores del pasado.
El viaje de regreso a la realidad se hizo eterno y doloroso, como si fuera la semana santa, lleno de espinas, por eso, me fui corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá, la persona que nunca da la espalda y que siempre tiene una voz de aliento y lucidez en tiempos difíciles, así estos ocurran en navidad donde hay positivismo.
Sin embargo, esta fecha no era para celebrarla.
Por:
Giancarlo Lozano Arandia

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